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Audio Stop 204

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Shown from about the waist up, a woman with smooth, pale skin sits in a chair facing our right in front of a canvas on an easel in this vertical portrait. She leans onto her right elbow, which rests on the seat back. She turns her face to look at us, lips slightly parted. Her dress has a black bodice and a deep rose-pink skirt and sleeves. She wears a translucent white cap over her hair, which has been tightly pulled back. A stiff, white, plate-like ruff encircles her neck and reaches to her shoulders. She holds a paintbrush in her right hand and clutches about twenty brushes, a wooden paint palette, and a rag in her left hand, at the bottom right of the canvas. The painting behind her shows a man wearing robin's egg-blue and playing a violin.

Judith Leyster

Self-Portrait, c. 1630

West Building, Main Floor — Gallery 46

La artista Susanna Coffey analiza la vida como artista y los detalles expertos incluidos en el autorretrato de Leyster.

Transcripción de audio

NARRADOR:
Las artistas femeninas trabajaron en diversas clases de medios en el siglo XVII, pero hasta hoy ignoramos muchos de sus nombres. Judith Leyster es una notable excepción. Célebre por sus escenas de la vida holandesa, Leyster estuvo entre las primeras mujeres aceptadas en el gremio de los artistas de la ciudad neerlandesa de Haarlem. A sus veinticinco o veintiséis años, ella ya tenía su propio taller y estudiantes. Leyster realizó este autorretrato cuando tenía alrededor de 21 años.

SUSANNA COFFEY:
Este es un cuadro que conozco desde hace largo tiempo.  Y fue importante para mí cuando era una joven pintora. Mi nombre es Susanna Coffey. Y desde 1995, mi obra como pintora se ha centrado en el autorretrato.

La artista nos mira.  Sabe que estamos aquí. Y sé que el espejo está justo frente a ella.  Pero en su mente, está consciente de que el mundo fuera de ese espejo en algún momento le estará prestando atención a ella.  

Se ha representado a sí misma en el momento de la pintura, con un pincel cargado, mientras sostiene sus instrumentos. Desde mi perspectiva como artista, ¡sé que no se puso ese cuello para pintar! (se ríe) Tiene otra razón para estar ahí: les dice a los coleccionistas: "Esto es lo que pude hacer". Uno puede ver con qué belleza pinta las transparencias, lo sorprendente que es el encaje, la atención que pone en el terciopelo en su manga.  

Pero no está vestida como una dama de fortuna: en realidad, viste como una mujer trabajadora que muestra su capacidad.  

Es una de las grandes cosas sobre la realización de retratos: podemos hallar un lugar entre nosotros y otra persona que vivió hace cientos o tal vez miles de años. Por eso, para mí, es mágico.  
 

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